La concisión es «inmanente» a la narrativa
Podría haber escrito «esencial», pero inmanente, según la RAE, significa «que es inherente a algún ser o va unido de un modo inseparable a su esencia, aunque racionalmente pueda distinguirse de ella». ¿Adviertes la diferencia? Pues, eso es precisión.
También podría haber escrito:
«Concisión es un aspecto relevante de la escritura narrativa en tanto constituye un atributo inseparable de su esencia.»
Pues, aunque la frase está bien, tanto en la redacción como en la exposición, eso no es concisión.
La concisión, combinada con la simplicidad y la aproximación a los rasgos propios de la oralidad, contribuyen a la claridad del texto. No hay que confundirse. La escritura literaria no es aquella que retuerce las frases con conceptos —normalmente abstractos— que parecieran aportar profundidad al texto. Eso puede ser escribir bien, porque está claro que requiere cierto dominio del lenguaje, pero nunca será escritura literaria.
Cuando esto ocurre es porque el autor le concede a las palabras más importancia de la que tienen, y acaba por eclipsar lo que realmente le interesa al lector: La historia que le vamos a contar. Las palabras, conectadas unas con otras, conforman algo así como una autopista por la cual discurrirá la historia. O mejor aún, son los materiales con los cuales construiremos ese mundo en el que se sumergirá el lector. Al fin y al cabo, cuando cierre el libro, podrá recordar alguna palabra, si acaso alguna frase, pero lo que nunca olvidará es la esencia de la historia que le hemos contado y la vivencia emocional que le ha provocado.
LA LINEALIDAD DEL LENGUAJE
Suena raro, pero es fácil.
Existen muchas razones para poner nuestros afanes en lograr escribir con concisión. Es más, cualquier manual de redacción la explica con meridiana claridad. No obstante, yo tengo una reflexión parida de la definición y características del signo lingüístico de Ferdinand de Saussure (1857-1913), y que con el tiempo se ha convertido en una de mis convicciones.
Percibimos la vida de manera multidimensional. Es decir, podemos ver, oír, tocar, oler al mismo tiempo todo lo que esté en el radio de alcance de nuestros sentidos. Escuchamos a Juan cuando manda a freír espárragos [léase exactamente eso] a un amigo y, simultáneamente, vemos los gestos de ambos, apreciamos el tono y contemplamos el contexto físico (escenario). Percibimos todo el conjunto escénico en un pestañeo. Naturalmente, antes de sentarnos a escribir, nuestro cerebro «percibe» cada escena del mismo modo. Sin embargo, al transcribirla al papel nos encontramos con que la escritura y la lectura son lineales: Solo podemos escribir, leer y pronunciar una palabra por vez. La escritura no puede replicar esa simultaneidad. No podemos expresarlo todo en un pestañeo, y por eso es tan importante la concisión.
Cada palabra es para el escritor una oportunidad única de expresar exactamente lo que tiene en mente e, incluso, para que cada palabra se expanda y diga más de lo que significa.
PRECISIÓN, LA ESENCIA DE LA CONCISIÓN
Según la RAE, concisión es «brevedad y economía de medios en el modo de expresar un concepto con exactitud», y esto último, lo de expresar un concepto con exactitud, se llama precisión, y se solventa con riqueza de vocabulario. Vaya, acabo de escribir una perogrullada. Veamos cómo queda de esta otra forma:
Hay que evitar las palabras comodín, señal inequívoca de pobreza léxica.
Las palabras comodín son vocablos polisémicos a los que recurrimos cuando ignoramos otra palabra más específica. Por ejemplo:
«Tenía los elementos las pruebas suficientes para dictar sentencia, pero la jueza no estaba se sentía segura sobre qué postura tomar adoptar».
Gonzalo Martín Vivaldi (2008:325) los define como verbos «fáciles» y vocablos «muletillas».
En La cocina de la escritura, Daniel Cassany dedica un capítulo al desarrollo de «Nueve reglas para escoger palabras». La tercera se refiere a la eliminación de comodines (1995:147):
[su_quote]
Si el comodín es la carta que encaja en cualquier juego, la palabra-comodín es aquel nombre, verbo o adjetivo, de sentido bastante genérico, que utilizamos cuando no se nos ocurre otra palabra más específica. Son palabras comodín las que sirven para todo, que se pueden utilizar siempre, pero que precisan poco o nada el significado de la frase. Si se abusa de ellas, empobrecen la prosa y la vacían de contenido. Ejemplo:
Nombres: aspecto, cosa, elemento, hecho, información, problema, tema…
Verbos: decir, hacer, poner, tener…
Adjetivos: bueno, interesante, positivo…
[/su_quote]
Para combatir la pobreza léxica, la solución es muy sencilla: Leer, leer, leer… y consultar el diccionario cada vez que nos encontramos con una palabra desconocida.
LA CONCISIÓN NO ES BREVEDAD
La primera palabra que utiliza la RAE para definir concisión es brevedad. Pero en literatura no es e-xac-ta-men-te eso.
Concisión es transmitir una idea con la menor cantidad posible de palabras. Esta economía de palabras —concisión— no implica brevedad, sino más bien densidad, precisión. Por el contrario, una frase larga puede ser concisa. Lo opuesto es la palabrería ociosa. No se trata tampoco del lenguaje lacónico —laconismo: oscuridad del sentido por la reducción extrema del número de palabras—, eso vicia la claridad.
Pero ¿qué es densidad? En Análisis estructural del relato (1972:39), Roland Barthes explica:
[su_quote]
[…] cada punto del relato irradia en varias direcciones a la vez: cuando James Bond pide un whisky esperando el avión, este whisky, como indicio, tiene un valor polisémico, es una especie de nudo simbólico que reúne varios significados (modernidad, riqueza, ocio) […]
[/su_quote]
En resumen, la concisión nos exige rigurosidad en la selección de las palabras para que expresen con exactitud lo que queremos transmitir. Pero, cuando sea posible —y necesario— además de la precisión del significado, deben poseer densidad polisémica, de modo que se expandan en el sentido de la obra.
Desde luego, hay que cultivar la riqueza de vocabulario y, aún así, es una labor compleja. Escribir literariamente no es fácil, aunque parece que para un alto porcentaje de escritores no es así, como veremos en el bonus track.
Foto destacada de Sven Brandsma en Unsplash
BONUS TRACK
Quisiera poder escribir más artículos en mi blog, pero, por distintas razones, siempre voy liado (o será que nunca me acabo de organizar). Como todos, leo muchos artículos de mis colegas de la blogosfera, y a menudo me causan inquietudes —o reflexiones— que podría dejar en los comentarios, pero he pensado que con este añadido aporto contenido extra a mis seguidores y, de paso, trabajo un poco el networking, que a todos nos hace falta. Dicho esto, queda oficialmente inaugurada la sección BONUS TRACK, que incluiré al final de cada artículo.
Hoy me voy a referir a Los escritores y el mentor literario, un artículo de Piper Valca, administrador de la web Antro narrativo. El artículo está perfectamente argumentado con citas muy concretas. Además, Piper Valca se tomó la molestia de indagar en las redes sociales sobre qué opinan los escritores acerca de la necesidad de contar con un mentor literario. La conclusión, expuestas en un gráfico, son demoledoras, aunque previsibles.
El 71,43% de los autores piensan que no lo necesitan. No me extrañaría que muchos de ese 71,43% se sientan candidatos innatos al Nobel. Esto me trajo a la memoria un anuncio de Facebook en el cual ofertaban un curso de escritura. Más de mil comentarios. El más soft decía que «para escribir solo se necesita tener algo que decir y escribirlo», como si estar alfabetizado y tener lápiz y papel fuese suficiente para escribir Madame Bovary o un cuento de Borges.
Vamos, lo que siempre digo: Hay muchos que escriben, algunos son escritores.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
CASSANY, Daniel, La cocina de la escritura, Barcelona: Editorial Anagrama, 1995
MARTÍN VIVALDI, Gonzalo, Curso de redacción. Teoría y práctica de la composición y del estilo, Madrid: Paraninfo, 2008.
BARTHES, ROLAND en Introducción al análisis estructural del relato, Análisis estructural del relato, Colección Comunicaciones, Buenos Aires, Editorial Tiempos Contemporáneos, 1972.
«para escribir solo se necesita tener algo que decir y escribirlo» Si hubieras añadido que es de Oscar Wilde … Me imaginé leyéndote que no lo hubieras calificado de los más soft, ni ironizado con: «si estar alfabetizado y tener un lápiz y un papel…». ¿Qué es lo que cambia?
Hola, Pilar:
Creo que te equivocas. Como te imaginarás, luego de cuarenta años en esto de la escritura, puedo reconocer a quién pertenece una frase tan famosa. Así todo, no añadí que es de Oscar Wilde, simplemente porque no lo es. La frase de Wilde es:
«No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo».
Ahora bien, la gente cita esa frase —y sus variantes— en situaciones como las que menciono en el artículo sin siquiera preocuparse de en qué contexto fue dicha o escrita. Camilo José Cela dijo algo parecido: «Para escribir sólo hay que tener algo que decir».
Ahora bien, me preguntas qué es lo que cambia. Justamente que la frase no es de Wilde (aunque se parezca) y en que fue usada para justificar que con solo saber escribir (estar alfabetizado) se puede ser escritor.
Un abrazo.
Hola, Nestor:
No quise poner la frase literal por citar la que tú escribiste que a mí me llevó enseguida a su fuente: Oscar Wilde. Estaba segura que el que la escribió no se molestó en buscar la auténtica ni a su autor. Es un ejemplo de lo que nos encontramos en internet cada día. A mí esa frase me paró la lectura y me hizo reflexionar. La pregunta que me hice me llevó a Oscar Wilde para resolverla y he de decirte que es ahora cuando he terminado de leer tu artículo.
Aprovecho para felicitarte porque aunque te sigo nunca te había dejado un comentario.
Hola de nuevo, Pilar.
Me alegra que hayas «hayas terminado» de leer el artículo y, sobre todo, comprendido ese soft. La verdad es hay muchas frases de escritores dando vueltas por Internet que se toman al pie de la letra porque la dijo alguien famoso. Incluso, la usamos para justificar nuestras razones. Claro, si lo dijo X, tiene que ser así.
Te dejo un abrazo.
Ness, ha sido una entrada perfecta y concisa, como siempre. Además, no puedo evitar sonreir al saber que una de mis entradas te sirvió. Mil gracias por tener en cuenta mis observaciones, lo cual es un honor, pues que alguien de tu trayectoria y bagaje tenga en cuenta a un novato como yo es ganancia.
Sabes que soy seguidor fiel de tu blog. Enhorabuena.
Piper, si no lo dices, jamás hubiese apostado a favor de que eres un novato. Te artículo me gustó mucho, sobre todo porque bien leído, dice más de lo que está escrito. O seré yo y mis fantasmas.
Gracias por tu comentario, y tu fidelidad, que espero seguir mereciendo.
Enhorabuena por el artículo, Néstor, cuyo argumento comparto. Tanto es así que, en ocasiones, doy por bueno el tiempo que he dedicado a leer un relato/novela por la concisión y precisión de su prosa, a pesar de que la historia pueda flojear o hasta que sea inexistente; recuerdo ahora cómo quedé hipnotizado en los paseos que di acompañado de Proust en “En busca del tiempo perdido”. En fin, que ya me hubiera gustado a mí escribir un artículo como el tuyo (salvo que no habría dicho que “lo que realmente le interesa al lector: La historia que le vamos a contar”, por lo que acabo de comentar).
A propósito de tus disculpas por no poder publicar más artículos en tu blog, que sepas que este seguidor prefiere que sigas produciendo calidad antes que cantidad.
Un abrazo.
Hola, Javier.
Es cierto lo que dices, yo también he disfruta de libros muy bien escritos, aunque la historia cojee un poco. Pero creo que eso se debe a que somos escritores y nuestra forma de leer difiere bastante de los intereses de los lectores.
Respecto a la calidad de mis artículos, te agradezco mucho la consideración. Son vitaminas para seguir adelante.
Un abrazo.
¡Me ha gustado mucho tu artículo! Es preciso. En el sentido de que dice lo que tiene que decir y que creo que hacía falta ;D. Y sí, los mentores literarios son necesarios, jamás podrás ser igual de crítico y objetivo con tu obra como lo será un mentor. Doy fe de ello. Soy capaz de detectar errores y mejorar novelas de otros y no verlos en las mías hasta demasiado tiempo después.
Hola, Clara.
Me ocurre lo mismo que a ti, por eso sigo recurriendo a correctores y lectores cero. Yo tu ve mi mentor en su momento y confieso que me gustaría seguir teniendo uno.
Un abrazo.
Hola a todos. Los comentarios escritos en esta página, sin excepción, son, además de elegantes, profundos y edificantes para quienes aspiran a ser escritores. Por ello, agradezco su dedicación a alimentarla. Me nutro de cada frase leida en este espacio. Dicho esto, me gustaría finalizar con una opinión: «escribir podría ser un ejercicio trivial o complejo, vano o excelso, desfigurado o hermoso. Su aspecto dependerá de la capacidad comunicacional de quien escribe, pero también de quien lee.
Muchas gracias, Marco.
Últimamente no he agregado nuevos artículos. La verdad es que entre los cursos que imparto y las correcciones que me encargan, no me queda tiempo para escribir.
Un abrazo